La Biblia, como libro sagrado para los cristianos, contiene enseñanzas y conceptos que guían la vida espiritual de sus seguidores. Uno de estos conceptos es el de ser «pobre de espíritu». A primera vista, puede parecer contradictorio o negativo, pero en realidad, ser pobre de espíritu tiene un significado profundo y valioso según las escrituras bíblicas.
Primera cita bíblica
Una de las referencias clave sobre ser pobre de espíritu se encuentra en el Evangelio de Mateo, capítulo 5, versículo 3, donde Jesús pronuncia las bienaventuranzas:
«Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.»
Segunda cita bíblica
Otra referencia importante se encuentra en el Evangelio de Lucas, capítulo 18, versículo 9-14, donde Jesús cuenta la parábola del fariseo y el publicano:
«Y dijo también esta parábola a unos que confiaban en sí mismos como justos, y menospreciaban a los otros: Dos hombres subieron al templo a orar: uno era fariseo, y el otro publicano. El fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo de esta manera: Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano; ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que gano. Mas el publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador. Os digo que éste descendió a su casa justificado antes que el otro; porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido.»
https://youtu.be/v0EuQCNGnH8
Tercera cita bíblica
En el libro de Isaías, capítulo 66, versículo 2, también encontramos una referencia relacionada con ser pobre de espíritu:
«Mi mano hizo todas estas cosas, y así todas ellas fueron, dice Jehová; pero miraré a aquel que es pobre y humilde de espíritu, y que tiembla a mi palabra.»
Estos pasajes bíblicos nos enseñan que ser pobre de espíritu implica reconocer nuestra necesidad de Dios y depender completamente de Él. No se trata de una falta de confianza o autoestima, sino de una actitud de humildad y entrega hacia Dios. Ser pobre de espíritu implica reconocer nuestras limitaciones y pecados, y buscar la guía y la gracia de Dios en todas las áreas de nuestra vida.